jueves, 17 de septiembre de 2015

Cómo pueden afectar las características dominantes a la pareja

Te has preguntado alguna vez “¿Por qué choco con la forma de pensar de mi pareja?” “¿Por qué a veces asumimos de forma tan distinta las responsabilidades?” “¿Por qué me cuesta o nos cuesta expresarnos?”



Si  cada pareja es diferente y cada relación es un mundo, en el sexo femenino y en el masculino existen determinadas características dominantes.

Hablando de forma generalizada, podemos decir que si eres hombre te domina tu independencia, te gustan los riesgos, compaginas familia y amistades (a veces sin mezclar unos y otros), deseas tener todo bajo control o incluso luchas por ganar más que tu pareja, económicamente hablando. 

En el caso de ser mujer, domina en ti la feminidad, la delicadeza, centrar tu dedicación de forma casi exclusiva en tu familia e hijos (si los tenéis), la preocupación por tu belleza, los sentimientos o lo maternal; si bien es cierto que cada vez está más latente esa necesidad de independencia económica, de querer sentirte realizada en el mundo laboral y de no ser tan dependiente de tu pareja.

Teniendo en cuenta estas características dominantes tan diferenciadoras, el problema real surge con la falta de comunicación o de diálogo, bien sea ante situaciones que os preocupan, ante determinadas actitudes y/o acciones de nuestra pareja que no compartís o que os molestan, o incluso evitando hablar de temas relacionados con las amistades o con la familia, aislando indirectamente a la otra parte.

La falta de comunicación, en cualquiera de sus formas,  siempre es dañina y repercute en la relación. Hay que tener en cuenta que evitar el diálogo, limitando la posibilidad de expresión, puede estar motivado por diferentes factores, como por ejemplo, que seas una persona introvertida o por ejemplo porque deseas evitar preocupaciones innecesarias en tu pareja, asumiendo y absorbiendo de forma exclusiva aquello que le inquieta. 

Lo más preocupante es cuando el silencio es motivado por un querer y no poder. Cuando lo que se desea  es decir algo y no puedes hacerlo.  Esto puede deberse a una baja autoestima o tal vez se deba a que algo te haga pensar que lo que tienes que decir no es importante. A veces algún tipo de temor o daño psicológico puede ser la causa de tu miedo a expresarte.



Compartir tareas, disfrutar juntos de momentos de ocio, asumir de forma conjunta responsabilidades y preocupaciones, hacer partícipe a tu media naranja de las alegrías o tristezas, ayudará a evitar la sobrecarga de problemas laborales y familiares, las discusiones, situaciones de estrés  e incluso depresiones y baja autoestima.


¿Quieres contarnos qué te preocupa? ¿Quieres mejorar tu relación de pareja? ¿Necesitas ser más feliz? 



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miércoles, 2 de septiembre de 2015

EL CONFLICTO EN EL AMBITO FAMILIAR

CONFLICTO EN EL AMBITO FAMILIAR
CASO SUPUESTO: MADRE E HIJA

J. P. Lederach identifica también tres elementos para comprender adecuadamente el conflicto: el problema, las personas y el proceso.

Una madre le dice a su hija: “Quítate esa ropa, que pareces un adefesio”.
La hija le responde: “pues a mí me gusta y, además, es la ropa que llevan todas mis amigas.


El problema.
El problema hace referencia a las diferencias y asuntos que enfrentan a las personas y se concreta en las posiciones, intereses o/y necesidades que se mantienen en el conflicto. Abarca el núcleo, el meollo del conflicto, la estructura del conflicto. En este supuesto caso, el problema núcleo del conflicto radica en los diferentes criterios a la hora de vestir que tienen la madre y la hija, criterios que chocan entre sí.




Las personas.
Nos referimos a todos aquellos que están involucrados en el conflicto, a sus sentimientos y percepciones, a los elementos psicológicos que están presentes (emociones, autoestima…) y a la forma de conceptualizar los problemas y las personas. En nuestro ejemplo, las personas en conflicto son la madre y la hija ¿Cómo percibe la madre a su hija? ¿Rara, rebelde, cabezota…? Y ¿cómo la valora desde la emoción? Probablemente de manera negativa: no me gusta su ropa, parece un adefesio, me hace enfadar…; a su vez, la hija percibe a la madre como anticuada, fuera de moda, sin gusto estético…



El proceso.
El proceso hace referencia a cómo se desarrolla el conflicto y cómo las partes tratan de resolverlo, cómo se toman las decisiones y cómo se sienten los protagonistas en todo ello. La forma en que se toman las decisiones suele ser uno de los elementos clave para el desencadenamiento del conflicto, lo mismo que el tipo de comunicación empleado en el proceso.

A lo largo de nuestra vida hemos recibido y asimilado a través de nuestra familia, escuela, amigos y sociedad en general muchas pautas de actuación ante los conflictos, que es preciso identificar y valorar. Es muy frecuente ver que ante un conflicto se recurre fácilmente a la violencia, sea ésta física, psíquica o social, en forma de agresiones, insultos o vacíos sociales. Cuando vemos que una persona, grupo, organización impiden la consecución de nuestros objetivos, nuestra respuesta más frecuente es el ataque, intentar conseguir lo que queremos a través de la fuerza, buscar siempre ganar a costa de la otra parte.



Así, nos cerramos en nuestra posición, dejamos de escuchar a la otra parte y, aunque al final nos salgamos con la nuestra, el conflicto sigue ahí y volverá a plantearse en cualquier momento. 

(Extracto del Manual para padres y madres. CEAPA)



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