jueves, 6 de diciembre de 2012

PSICOLOGOS MADRID

Decía Churchill que para un optimista una calamidad es una oportunidad, pero para el pesimista todas las oportunidades son calamidades. Y ahora lo que impera por todas partes donde uno se acerca es el pesimismo, la sensación de derrota. Es el optimismo, el sentido positivo de las circunstancias el único que puede movernos a desenredar los nudos que nos atenazan y oprimen la plenitud de nuestra esencia humana. 


Los acontecimientos adversos que vivimos actualmente deberían enseñarnos y obligarnos a utilizar nuestro ingenio y creatividad, ese sentido común que ahora tenemos muy atrofiado. Porque es en los momentos extremos cuando la naturaleza humana se revela y saca de sí lo inimaginable, un poder maravilloso de superación que puede llevar a límites grandiosos. Ahora podemos conocer muchos de nuestros talentos, y ponerlos al servicio propio y colectivo para superar la gran losa que aplasta muchos logros de todo tipo alcanzados durante décadas. A todos nos ha sucedido que ante situaciones límites e incluso luctuosamente cercanas nos damos cuenta de lo fundamental en nuestras vidas, de lo que de verdad merece la pena y nos proponemos cambiar de vida y centrarnos en lo auténtico para nuestro espíritu y dejarnos de tantas angustias baladíes. Lo que pasa que lo olvidamos por lo general pronto y volvemos a las andadas. Aunque algo queda, maduramos de algún modo.

Cuando superamos una crisis sentimos mayor confianza en nosotros mismos, abrimos brecha con nuestros adentros en una piel tan endurecida, adquirimos experiencia y nos volvemos más comprensivos y tolerantes. El optimismo nos inspira cuando nos damos cuenta de que somos capaces de resolver situaciones complicadas, salimos airosos de graves encrucijadas y, así, podemos afrontar las crisis con mejores perspectivas de éxito.

Deberíamos tomar conciencia de quiénes somos y lo mucho que hemos hecho. No podemos seguir con esta reacción negativista en cadena que arrastra empleos, familias, sueldos y toda clase de ilusiones. Hace falta pensamiento positivo. El pensamiento positivo es el que genera el entusiasmo que necesitamos para decidirnos a desarrollar nuevas iniciativas por muy peregrinas que creamos que son – ¿o es las de ahora ahora eran la panacea? ¿a dónde nos han llevado?-, es el que nos permite creer que podremos alcanzar los empeños de desbaratar la negra encrucijada actual.

Ese pensamiento útil, creando una cultura emocional centrada en las personas, en cada individuo -porque el Estado y el mundo no son nada sin ese hombre, que debe significar el todo de nuestras miras- debe de ser el dinamizador de toda la estructura política, social y económica.

Centro de Psicología, Hipnosis y Autohipnosis.
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